Texto 2(Narrativo)
Nena Daconte se dio cuenta por primera vez de que el dedo
estaba sangrando, cuando salieron de Madrid en una
tarde que se había vuelto diáfana después de la tormenta. Se sorprendió,
porque había acompañado con el saxofón a la esposa del embajador, a quien le
gustaba cantar áreas de opera en italiano después de
los almuerzos oficiales, y apenas si noto la molestia en el anular. Después,
mientras le iba indicando a su marido las rutas más cortas hacia la frontera,
se chupaba el dedo de un modo inconsciente cada
vez que le sangraba, y solo cuando llegaron a los
pirineos se le ocurrió buscar una farmacia. Luego sucumbió a los sueños atrasados de
los últimos días y cuando despertó de pronto con la impresión de pesadilla de
que el coche
andaba por el agua,
no se acordó más durante un largo rato del pañuelo amarrado en el dedo. Vio en el
reloj
luminoso del tablero
que eran más de las 3, hizo sus cálculos mentales, y solo entonces comprendió
que habían seguido de largo por Burdeos, y tambien por Angulema y Poitiers, y
estaban pasando por el dique de Loira inundado por la creciente. El fulgor de la
luna se filtraba a través de la neblina, y la silueta de los castillos
entre los pinos
parecía de cuentos de hadas. Nena Daconte, que conocía la región de memoria,
calculo que estaban a unas 3 horas de parís, y Billy Sánchez continuaba
impávido en el volante.
(García Márquez Gabriel, “El rastro de tu sangre en la
nieve”, en doce cuentos peregrinos.)
México, Diana, 1993, p. 226-227
verbos (azules)
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